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RADIO32 SOMOS TU VOS
“Macri está haciendo política”. La frase puede parecer una obviedad, pero sorprende porque parte de usinas muy cercanas a Cristina Kirchner. No lo dirán en público, aunque en conversaciones reservadas surge el nombre del expresidente como un espejo en el cual podría mirarse, llegado el caso, la jefa del kirchnerismo. Lejos de asimilar sus ideas políticas ni menos aún las económicas, en su campamento siguen con cierta empatía la decisión de Mauricio Macri de tomar la conducción del Pro frente a la amenaza de cooptación por parte de los cruzados de Javier Milei.
No es una casualidad: en el peronismo hay dirigentes que le piden a Cristina Kirchner que asuma la jefatura del PJ de manera formal, luego de que fuera desplazado Alberto Fernández y que se convocara a una elección interna para el 17 de noviembre. Llamativamente, pese a que la expresidenta nunca demostró interés en liderar el partido y hasta creó una fuerza, Unidad Ciudadana, para enfrentarlo en el pasado, tanto en el Instituto Patria como en La Cámpora no descartan esa posibilidad. Pero la inscriben en un proceso de rearmado de la oposición.
Sobre todo, en tiempos de desafíos inesperados a su liderazgo, como el que protagoniza -sin declararlo abiertamente- Axel Kicillof. No es que el gobernador pretenda jubilar a la expresidenta, pero el solo hecho de que avale la construcción de su candidatura presidencial para 2027 más allá de la opinión de Cristina y Máximo Kirchner implica un cambio radical para un espacio acostumbrado a manejar los tiempos con sigilo y hermetismo. Si hasta Sergio Massa, antes más extrovertido, parece haber asimilado ese criterio al afianzar su sociedad con el kirchnerismo.
De acuerdo a las fuentes partidarias consultadas por LA NACION, Cristina Kirchner sólo estaría dispuesta a tomar la presidencia del PJ si fuera funcional a la estrategia global de Unión por la Patria (UP), cuyo objetivo en el mediano plazo es uno solo: derrotar al oficialismo mileísta y sus aliados en las elecciones legislativas del año próximo. Solo en esa instancia, cuando se juegue por los puntos, consideran en el kirchnerismo que estarán ante la posibilidad de evitar que se consolide el liderazgo de Milei. Todo lo demás, dicen, será fulbito para la tribuna.
Por eso no faltan, en el kirchnerismo y tampoco en el massismo, cuestionamientos a dirigentes como Guillermo Moreno y Juan Grabois, a quienes consideran “funcionales a la polarización anti-peronista” que atribuyen a Milei y a su asesor estrella Santiago Caputo, por la propensión del exsecretario de Comercio y del extitular de la UTEP a embarcarse en debates con el Gobierno. “Terminan siendo sus sparrings”, les recriminan en UP. Tampoco comulgan con que Kicillof se presente como el principal opositor y juzgan como apresurados sus movimientos.
El propio Kicillof pareció tomar nota esta semana del reclamo interno y advirtió en un plenario de la CTA que “no es tiempo para hablar de candidaturas”, al salirle al cruce del cántico “Axel presidente”, que se repite en distintos escenarios de la Provincia. “Estamos más en un momento de organización y de ampliación, que de definición de candidaturas”, dijo el mandatario bonaerense rodeado de sindicalistas como Roberto Baradel, Hugo Yasky y Walter Correa, su ministro de Trabajo. “Hay que evitar confusiones”, afirmó, para que no quedaran dudas.
En los contactos que mantienen con el gobernador, los kirchneristas le hacen saber que incluso para él “no habrá 2027 sin 2025″ si el panperonismo pierde el año que viene en la provincia de Buenos Aires. Para atrás, le refrescan a Kicillof dos archivos históricos: en 2019 Cristina lo erigió como su candidato a la Gobernación por encima de dirigentes como Martín Insaurralde y Fernando Espinoza, ambos con peso específico en el conurbano; y en 2023 forjaron un escenario electoral que le facilitó su reelección en el sillón de Dardo Rocha.
Solo lo reconocen internamente, pero aluden de esa manera a la confección de las listas que llevaron a Carolina Píparo como candidata a gobernadora -lo que dividió a la oposición bonaerense- y a la inconfesable infiltración de dirigentes afines para los cargos legislativos, como acaba de deslizar el voto favorable de nueve diputados provinciales que llegaron a sus bancas en las nóminas libertarias, a un proyecto de Kicillof para crear una empresa de ambulancias con participación estatal, lo que indignó a la primera plana libertaria, por caso a Victoria Villarruel.
En las charlas más íntimas, los dirigentes de UP -sobre todo los que tuvieron injerencia en la campaña de 2023- reivindican que lograron cumplir “dos de los tres objetivos” que se pusieron ante un escenario político y económico desfavorable: terminar el gobierno y meter al candidato peronista en el balotaje. Lo que les faltó, claro está, es retener la Presidencia, algo que juzgaron como una misión prácticamente imposible tras la disfuncional administración del Frente de Todos. La irrupción de Milei recibió, según ellos mismos, un ayudín que nunca admitirán en público.
Encuestas mediante, en las oficinas del Patria y en encuentros de La Cámpora afirman que el panperonismo reúne ahora mismo al 45% del electorado -Massa sacó el 44% en el balotaje- y que, por ende, deben apuntar los cañones hacia 2025. La construcción de la estrategia de cara a esos comicios tiene por el momento un elemento distintivo: evitar que Milei le cuelgue al PJ el cartel de culpable por la situación económica que atraviesa el país. Por eso Cristina Kirchner y Massa permanecen en silencio, más allá de esporádicas apariciones en las redes sociales.
“Es momento de que hable el Gobierno”, es la consigna que se expande en las terminales de UP, donde también justifican la ausencia de sus líderes en el debate público -sólo lo intenta Alberto Fernández con escasa repercusión- con una pregunta revisionista: ¿Dónde estaba Milei en 2021? Así recuerdan que el economista libertario era un personaje menor en la escena política y que su crecimiento exponencial se produjo unos pocos meses antes de la elección presidencial, cuando el electorado conectó con demandas que no podía encauzar la política tradicional.
“Con unidad, unidad hasta que duela, no nos alcanzó”, reconocen en UP, donde abogan por custodiar la identidad del campo peronista y evitar fugas hacia el oficialismo, como las del gobernador tucumano Osvaldo Jaldo y de los diputados que le responden en el Congreso. De ahí que, pese a las diferencias irreconciliables que tienen con Macri, en el kirchnerismo ponderan el regreso del expresidente a la conducción del Pro ante la amenaza de que La Libertad Avanza termine por cooptar a sus dirigentes o, peor aún, gane el favor de su electorado.
Mientras siguen en detalle los pormenores del juicio a los “copitos” que intentaron matar a Cristina en 2022 e insisten en que se trató de una maniobra más amplia de lo que se debate en tribunales, en el entorno de la expresidenta evalúan que Macri inició el proceso de “despegue” de Milei -a quien ayudó a ganar el balotaje de la mano con Patricia Bullrich– porque intuye que “la aventura libertaria no termina bien”. A la propia Cristina le queda ahora definir si ella también buscará la presidencia partidaria para tener la lapicera cuando se anoten las candidaturas.
Escrito por E-GRUPOCLAN
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