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RADIO32 SOMOS TU VOS
El 26 de noviembre empezará el juicio por el crimen de Otoño Uriarte, la adolescente de 16 años que fue asesinada en Cipolletti en 2006. Por qué su cuerpo estuvo en una morgue sin entregárselo a la familia.
Otoño Uriarte tenía 16 años cuando desapareció en octubre de 2006. Meses después, el 24 de abril de 2007, la encontraron asesinada en un canal de riego de la ciudad de Cipolletti. Inexplicablemente, tuvieron que pasar casi dos décadas más para que los restos de la adolescente fueran entregados a su familia y la causa por el brutal femicidio se acercara, por fin, a la verdad.
Será el próximo 26 de noviembre cuando empiece el juicio contra Maximiliano Lagos, José Iram Jafri, Ricardo Néstor Cau y Germán Ángel Antilaf, los cuatro acusados por el secuestro, desaparición y muerte de Otoño. En caso de ser condenados, todos ellos arriesgan una pena de prisión perpetua.
En los 18 años que pasaron desde que Otoño fue vista por última vez, la investigación acumuló más de 9 mil fojas en el expediente, se perdieron pruebas, hubo fiscales sancionados y hasta un juicio político.
A tal punto llegaron las irregularidades en la causa que, hasta hace pocos meses, los restos de la joven seguían en la morgue forense y ni siquiera existía un certificado de defunción. “Nunca le inscribieron la muerte, figuraba como viva Otoño. La verdad no lo podía creer”, señaló al respecto la abogada querellante, Gabriela Prokopiw, en diálogo con este medio.
Roberto Uriarte, el papá de la joven asesinada, subrayó a TN: “Solo buscamos la verdad. Pero no nos repara en lo más mínimo que este Poder Judicial, colmado de corrupción, encuentre culpables. Para Otoño no existe justicia posible”.
Otoño Uriarte desapareció el 23 de octubre de 2006. Ese día la joven, que entonces tenía 16 años, salió temprano de su casa en Fernández Oro para ir al colegio, el Centro de Enseñanza Media nº 14.
A la salida de la escuela, fue a la casa de una amiga y más tarde a jugar al vóley, pero nunca regresó a su casa. Esa misma noche empezó el calvario de su familia.
Tras la desaparición de Otoño, sus familiares, compañeros del colegio, otros estudiantes secundarios y hasta de la Universidad del Comahue, organizaciones sociales y políticas de todo tipo hicieron numerosas marchas y actos para reclamar por su aparición con vida.
Pero los días se convirtieron en meses, la joven seguía sin aparecer y desde la Policía sugerían la posibilidad de que se hubiera ido por voluntad propia.
La buscaron poco, la buscaron mal y finalmente el 26 de abril de 2007, mientras su papá recorría los prostíbulos de la Patagonia con la esperanza de encontrarla, hallaron el cuerpo de la adolescente en las aguas de un canal de riego de Cipolletti.
Estaba mutilado y casi irreconocible, atrapado entre los hierros de una esclusa de la usina hidroeléctrica del paraje El Treinta. El estado de descomposición era tal que su familia la identificó por el colgante artesanal que llevaba en el cuello y la confirmación mediante la prueba de ADN se logró recién después de 10 días.
Una pericia particular estableció que a Otoño la habían asesinado de una puñalada que le asestaron por debajo de la axila izquierda y que murió desangrada en unos pocos minutos.
Así fue como la investigación que se inició como “averiguación de paradero” dio un trágico vuelco en seis meses y tres días y lo único que quedaba por hacer, al menos, era darle respuestas a la familia de la víctima. Pero eso, hasta el momento, tampoco sucedió.
En el juicio que empezará en los próximos días, la fiscalía intentará probar que Antilaf, Jafri, Cau y Lago fueron los responsables del secuestro y la muerte de Otoño. Por su parte, la querella irá en la misma línea, pero buscará dar un paso más y demostrar que la joven fue secuestrada con fines de explotación sexual. Para ser vendida.
“Es una fuerte posibilidad la de una red de trata, quizás se devele en el juicio”, dijo a TN Roberto Uriarte, y afirmó: “Lo que sí es cierto es que existe la ‘red patagónica’, existe la complicidad policial y el encubrimiento político”.
La vehemencia de sus palabras no es casual. Es que durante la investigación que oportunamente llevó adelante la jueza María del Carmen García no fueron pocos los indicios que surgieron en ese sentido y hasta se difundieron escuchas telefónicas entre un explotador de mujeres y un policía de la comisaría 8va. de Choele Choel.
De acuerdo a la acusación, los cuatro imputados habían planificado el ataque. Sabían que Otoño iba a practicar vóley al Polideportivo. Entonces Cau le robó la bicicleta para que ese día la chica tuviera que volver caminando a su casa. Y todo salió como esperaban.
Cuando la víctima llegó al cruce de las calles Río Negro y Kennedy, una zona que en ese momento estaba poco habitada y peor iluminada, la interceptaron y la subieron por la fuerza a un auto. Así la llevaron hasta otro lugar, que todavía no se pudo determinar, donde la retuvieron en contra de su voluntad, la torturaron y la asesinaron.
Por último, se cree que después de matarla, los asesinos ocultaron el cuerpo de la víctima en un primer lugar y después lo desenterraron y lo descartaron en el canal de riego donde se encontró a fines de abril de 2007.
La hipótesis sostiene también que la víctima fue abusada sexualmente, pero el estado en el que se encontraba el cuerpo hizo imposible que las pruebas de semen tuvieran un resultado exacto.
“Aparecieron perfiles genéticos de al menos tres personas en los vellos púbicos de Otoño, por eso se preservaron los restos del cuerpo para posibles pericias que nunca se hicieron. Tampoco se terminaron de analizar el 80% restante de vellos púbicos”, cuestionó Uriarte. Y sumó: “Después de 15 años de complicidad y encubrimiento quisieron retomar esa línea de investigación pero las muestras ya estaban deterioradas”.
Parece imposible, pero hasta hace unos pocos meses en los papeles Otoño Uriarte seguía viva. No existía un certificado de defunción. El cuerpo médico forense no lo había expedido y tampoco figuraba inscripta la muerte en el registro civil.
Tras la elevación a juicio de la causa, la abogada que representa a la familia de la víctima, Gabriela Prokopiw, quiso iniciar los trámites para la cremación y fue entonces cuando descubrió la increíble omisión.
“Tuve que hacer una inscripción tardía, un trámite demasiado tedioso para que le devolvieran los restos a la familia”, recordó la letrada, y añadió: “No me lo querían inscribir, en su momento me exhortaron a mí a hacer una demanda para poder hacer un registro tardío de la muerte”.
Y completó: “Cuando le comenté esto a Roberto (Uriarte) se puso muy mal. Me dijo ‘yo no puedo creer que tenga que hacerle una demanda al Estado para poder disponer de lo que me dejaron de mi hija’”.
Sin ninguna explicación oficial, así fue como recién el 3 de agosto pasado los restos de la adolescente asesinada hace 18 años fueron entregados a su padre.
A días del juicio, Prokopiw destaca el inicio de esta etapa como un paso importante en la búsqueda de la verdad y mantiene la expectativa de conseguir una condena a prisión perpetua para los cuatro imputados. No obstante, señaló, las anomalías que rodean al caso continúan igual de firmes.
“Hay uno de los imputados, Ricardo Néstor Cau, se presentó alcoholizado a la audiencia de control, tirándonos piropos a la fiscal y a mí, y ni siquiera le han llamado la atención”, comentó la abogada querellante.
Y concluyó: “Esa es la importancia que le dan al caso los jueces de acá, el respeto que tienen con el papá de Otoño”.
Escrito por E-GRUPOCLAN
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